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Así conocí a Sal Cuevas

Hoy, hace tres años, partiría Sal. Salvador Cuevas, bajista de La Fania, Héctor, Willie, Rubén, todos los Titos, India, Marc (Anthony)... y es que ¡coño! no cabrían aquí la mitad de sus créditos. Mi mentor, héroe musical, pero sobre todo mi amigo. Un alma noble, un talento fuera de este mundo. Siempre con un cigarrillo. “Es el único vicio que no he podido dejar”, me decía sonriendo.

Óskar Ly y Sal Cuevas en Miami, Enero de 2016.

Lo conocí un Sábado en Miami y compartimos hasta la madrugada junto a Frances—su encantadora mujer—su hermana y sobrinos. Fue épico. Su familiaridad y sencillez sorprendían. Y pensar que todo fue gracias a un vuelo retrasado hacia San Francisco (desde Barranquilla). Estas son las cosas que cuesta creer que sean casualidad.


Le escribí (a Sal) justo al aterrizar en Miami. En mi cabeza pensé: “si me contesta, alquilo un carro para ir a verlo”. Para mi sorpresa, me llamó para recogerme al aeropuerto.


Llegó en su camioneta. Al encontrarnos, Frances me cedió el asiento de adelante “para que pudiéramos hablar bien”. Por supuesto fue de música de lo que más hablamos. Me llevó a su restaurante favorito, del cual no recuerdo el nombre. Había música en vivo, buena comida y compartimos un par de cervezas—con Frances pues Sal no bebía. La banda tocó un merengue y le dije que admiraba mucho a los pianistas de ese género pero que yo no me atrevía. Me dijo “tú eres capaz de tocar eso y más”. Creo que eso contribuyó a mi constante audacia musical. Como diría Michel Camilo en una entrevista reciente: “siempre me lanzo sin paracaídas y de alguna forma aterrizo”; aunque al hacer lo mismo yo, no estoy seguro si realmente logro aterrizar sano y salvo todas las veces.


Durante el camino por la autopista me mostró algunos temas que él había grabado, sobre todo con Willie Colón. Geniales todos; algunos raros, que nunca en mi vida había escuchado. Me contó mil historias de sus años en Fania. “Willie (Colón) es un tipo raro”, me dijo. “Rubén (Blades)... ese es un alma de Dios”, continuó. Me dio también tres posibles nombres del arreglista de “El Cantante”, esa obra sinfónica que eriza todo lo que alcanza con su sonido. Ahora se me escapan dichos nombres; en algún lugar los debí anotar.


Ese día también aprendí que Sal fue oficial de policía en New York por muchos años. Y en ocasiones, incluso quienes detenía por infringir la ley lo reconocían y saludaban como una de las estrellas de La Fania.


Fue un 9 de Enero de 2016, para ser exactos. Mi escala en Miami era de 6 PM a 5 AM. Le dije que me regresara pronto al aeropuerto, que no quería hacerlo trasnochar. Pero tanto él como Frances eran noctámbulos empedernidos. No paramos hasta casi las 4 AM, cuando Sal me llevaría de vuelta al Miami International Airport.


Unos meses después, en Abril, tuve la oportunidad de incluir su legendario bajo en mi disco. “Voy a usar el mismo bajo y sonido con que grabé los discos de Fania”, me dijo. “Ese mismo sonido que te gusta”. Y así fue: en mi disco quedaron los glissandos y acordes por terceras al estilo de “Triste y vacía", las notas al aire y su tumbao con tapping como en “Cáncer” y ese slap tan sabroso como el de “Juanito Alimaña” que te hace mover el culo aunque no quieras. Parecía mentira recibir todo ese virtuosismo, ese swing, y ese cariño en mi música, encima de la percusion de Richie Flores. Hacía casi 20 años estos dos grandes no grababan en una misma producción. Qué cabrón tan afortunado soy.


Pues fíjense que aún no les he contado cómo lo conocí (a Sal), mucho antes de nuestra reunión. Fue gracias a la tecnología, a Facebook para ser concretos. Le escribí el día de su cumpleaños (sin saberlo; vaya idiota que soy) para mostrarle mi canción “Lejos” y no sólo me contestó, sino que me compartió su dirección para hacerle llegar una copia física de mi primer EP. Días después suena mi teléfono y es Sal Cuevas quien aparece en pantalla. Entre nervios y risas logré contestar. Me felicitó por mi música. Hablamos por más de una hora. No cabía yo en mi felicidad. Recuerdo que lo primero que hice fue contarle a Chiki emocionado tan pronto llegué a casa.


Así fue que conocí a Sal. Me siento tan y tan afortunado de haber compartido con un tipo tan extraordinario. Y en todos los aspectos aún conservo la más inmensa admiración hacia él, ya 3 años después de su tan prematura partida.


Con Frances hablé ayer y me recordó el aniversario de la partida de Sal. ¡Mil gracias, querida! Por todo tu cariño y por regalarme este video para compartirlo con el mundo. Así que al mejor estilo noctámbulo de mi amigo, me puse a escribir esta historia. Son las 5 AM en California mientras corrijo las últimas comas y tildes.


Óskar Ly

May 9, 2020


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